sábado, 19 de septiembre de 2009

Testimonio: Escondida, Guardada

La Santificación que Guarda

En mis años de preadolecencia fui alguien que buscaba a Dios desesperadamente. Me adentré en Su palabra y comenzé a conocerla. Tenía 10 años. Recuerdo que aunque leía y re-leía muchas partes de la Biblia que antes mencioné, de hecho me aprendí de memoría la mayoría de las historias, no podía penetrar en las Epistolas de los apóstoles. De entre los 4 evangelios me enfoqué bastante en Mateo y en Juan. ¡Cuánto disfrutaba de esas lecturas! Era un secreto que yo tenía y que no compartía con nadie más a mi alrededor.

También traté de leer el libro de Hechos de los Apóstoles, pero no lo entendía tanto como las demás cosas que leía de la Biblia. Pero mi nivel de confusión con este libro no se comparó con el bloqueo que sentía cuando trataba de leer la Epístolas de los apóstoles.

Comenzemos por el hecho de que yo no sabía, cuando empezé, qué era el significado en el diccionario de la palabra epístola. Si hubiera sabido que es lo mismo que carta entonces probablemente se me hubiera hecho más fácil cuando comenzé a leer la Epístola a los Romanos. Hubiera entendido que cuando el apóstol Pablo comenzó diciendo: "Pablo, esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios ..." (Romanos 1:1-6), él simplemente se estaba introduciendo a sí mismo y a el tema central de su escrito, "Jesucristonuestro nuestro Señor", a los receptores de su carta. Esto es lo que nosotros hoy en día continuamos haciendo cuando comenzamos a escribir una carta. Más adelante, Pablo prosigue diciendo: "a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, los santos llamados: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo". ¿No es ésto simplemente la indicación de a quienes está dirigida esta carta y la expresión de un deseo de que sus recipientes reciban lo mejor junto con ella? ¿No es ésto algo que nosotros aún hoy día continuamos haciendo en nuestras carta?

Me acuerdo de que cuando mi mamá escribía una carta ella siempre comenzaba con la expresión: "Espero en Dios de que cuando recibas esta carta tú y tu familia se encuentren bien." Tanto era así que yo incorporé este mismo formato en todas las cartas que escribí antes de llegar a practicar mi profesión. La Epístola de Pablo a los Romanos es eso mismo, una epístola, una carta. Sin embargo, como la palabra epístola no formaba parte de mi vocabulario en aquel entonces, literalmente me tranqué y no pude entrar en ninguna de las Epístolas de Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento contiene 21 epístolas constitiyendo éstas un 78% del mismo. Ahora sé que al no poder entrar en ellas me estaba perdiendo una porción significativa de la Palabra de Dios.

Hubo otra cosa que también me confundió. La primera epístola en la Biblia es la escrita a los Romanos por Pablo. Pero, ¿quién era Pablo? Él no aparecía en los 4 evangelios, no estaba entre los discípulos del Señor y como yo no pude leer bien el libro de Hechos en donde se introduce a Pablo, pues realmente no entendía porqué la Epístola venía de él. Pablo escribió la mayoría de las epístolas, 14 de ellas para ser exactos. Esto por sí solo nos debe dejar saber que los escritos de Pablo son importantes dentro de la Palabra de Dios. Sin embargo por falta de conocimiento de vocabulario y por desconocimiento del Nuevo Testamento, pasaron muchos años antes de que yo pudiera comenzar a leer y a comprender las hermosas epístolas del Nuevo Testamento.

Hay una epístola a los que vivían en Roma, dos a los que vivían en Corinto, una para los que vivían en Galacia, una para los de Éfeso, una para los de Filipo, una para los de Colosas, dos para los de Tesalónica, etc. Por las limitaciones que tuve con esta importante sección del Nuevo Testamento, salté y comenzé a estudiar el libro de Apocalipsis. Lo leí y re-leí varias veces. Aunque mi edad era aún tierna, pude absorber mucho de lo que hay en ese libro y me fue de mucha utilidad.

En este tramo pasaron dos años, entré a la escuela intermedia y seguía buscando a Dios. Más bien, ahora buscaba a otros que lo amaran igual o más que yo y que también quisieran entregarles sus vidas. Lamentablemente, no pude econtrar lo que buscaba en la religión. Había algo en mí que se resistió a pertenecer a éste o a aquel grupo cristiano. Yo no encontré ninguno de esos nombres en la Biblia y como que no iba conmigo el decir soy X o Y. Simplemente amaba al Señor y deseaba servirle, pero a la manera de Dios y eso no lo encontraba. Finalmente, y lo recuerdo muy bien, mientras caminaba hacia la casa de una tía le dirigí la siguiente oración a Dios: "Señor yo te amo. Tu sabes que te amo. Quiero hacer tu voluntad, pero no sé cómo. Tú tienes que tener un plan. Yo sé que lo tienes. Cuando me lo muestres, dejaré todo y te serviré."

Pasaron muchos años antes de que el Señor contestara mi oración y como ya se imaginarán ,sí lo hizo. Sin embargo fueron varios los años en los que divagué en el mundo, sin tener manera de establecer una relación con Dios. Me perdí en el camino, pero no realmente, porque el Señor nunca me abandonó. Siempre caminó conmigo, me protegió y me guardó.

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